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Fallece Esteban Sáez (1979) y ETA asesina a Mikel Solaun (1984)

El 4 de febrero de 1979 fallecía el agente de la Guardia Civil ESTEBAN SÁEZ GÓMEZ como consecuencia de las graves heridas que sufrió en el atentado que la banda terrorista ETA cometió contra un convoy de la Guardia Civil en Tolosa (Guipúzcoa) el 29 de enero de ese mismo año.

Esteban Sáez Gómez formaba parte de un convoy de dos Land Rover con agentes de la Guardia Civil que custodiaba un camión cargado con 200 Kg de dinamita. En torno a las 8:20 horas de la mañana, miembros de la banda terrorista activaron una carga explosiva cuando el segundo Land Rover se hallaba a la altura del artefacto.

La técnica utilizada en esta ocasión no fue distinta de la empleada en otros atentados similares llevados a cabo por ETA. Una vez más la carga había sido conectada a unos cables lo suficientemente largos como para que los asesinos situados en el extremo tuviesen posibilidades razonables de emprender la huida con éxito. La fuerte onda expansiva alcanzó la parte derecha del Land Rover y el techo del vehículo fue arrancado de cuajo. Prácticamente la totalidad de los vecinos de la localidad pudieron oír la explosión.

Nada más producirse la explosión, los miembros de ETA ametrallaron el vehículo atacado, pero los agentes que iban en el primer coche repelieron el ataque provocando la huida de los pistoleros monte a través, uno en dirección a Ibarra y otro hacia la zona de Prado Pequeño de Igarondo.

Como ya ocurrió en el atentado de Azpeitia del 13 de enero, los etarras dejaron un segundo artefacto escondido para intentar asesinar a más guardias civiles. Este segundo artefacto, compuesto por 10 Kg de Goma 2 y metralla, fue desactivado por un equipo de artificieros de la Guardia Civil. El atentado podría haber sido aún mayor si hubiesen explotado los cientos de kilos de dinamita que transportaba el camión al que daban escolta los guardias civiles.

El estado de Esteban Sáez, con fractura de cráneo y shock traumático, fue calificado de gravísimo por los médicos que lo atendieron en la Clinica San Cosme y San Damián de Tolosa. Tras varios días debatiéndose entre la vida y la muerte, falleció el 4 de febrero a las 2:30 horas.

También resultaron heridos sus compañeros Manuel Ruiz Ligero, Ildefonso Sánchez Amil y Fernando Navarro. Manuel Ruiz Ligero, de 30 años, era natural de Socuéllamos (Ciudad Real), casado y con 4 hijos. Tardó tres años y siete meses en curar sus heridas (desgarro del ojo derecho y contusiones múltiples), aunque le quedó como secuela una reacción depresivo neurótica. Ildefonso Sánchez Amil, tenía 26 años y era natural de Melilla (en otras fuentes dicen que era de Adamuz, Córdoba) tardó seis meses en recuperarse de sus heridas (fractura escapular derecha y contusiones múltiples). Fernando Navarro, también herido, tenía 24 años.

El funeral por Esteban Sáez se celebró el 4 de febrero en la capilla del Hospital Militar, junto al del también guardia civil José Díaz Pérez, asesinado el día anterior en la puerta del cuartel de Andoain. 

Por este atentado fueron condenados en 1991 Pedro Juan Odriozola Aguirre y Ángel Hernández Tiemblo a 25 años de reclusión mayor, además de a indemnizar a la familia de Esteban y a sus compañeros Manuel e Ildefonso.

Esteban Sáez Gómez era natural de Galinduste (Salamanca). Tenía 33 años, estaba casado y tenía un hijo.

El 4 de febrero de 1984 la banda terrorista ETA asesinaba en Guecho (Vizcaya) a MIGUEL FRANCISCO SOLAUN ANGULO en presencia de su mujer y sus dos hijas, cuando se encontraba en el interior del establecimiento de degustación de café Haizean, en el barrio de Algorta.

Miguel Francisco Solaun Angulo, ingeniero industrial y constructor de profesión, perteneció a ETA en la década de los sesenta. La víctima, cuya puesta en libertad fue gestionada por el diputado de Euskadiko Ezkerra Juan María Bandrés, había manifestado al abogado de ese mismo partido Juan Infante que, tras su salida de la cárcel, se sentía amenazado.

El asesinato del industrial se produjo en torno a las 14:25 horas, en un momento en el que se encontraba acompañado de su mujer y sus dos hijas en el interior de un establecimiento de degustación de café. Dos individuos muy jóvenes, que habían penetrado en el establecimiento unos minutos antes, se dirigieron hacia los servicios de la cafetería y, a la salida, uno de ellos disparó por la espalda y a bocajarro un tiro a Miguel Francisco Solaun. Con el cráneo atravesado por un balazo, la víctima cayó sobre el taburete que ocupaba junto a la barra, mientras sus asesinos, que no aparentaban más de 18 años, huían pistola en mano perseguidos a cierta distancia por un joven testigo, que no logró darles alcance. Herido de muerte, Miguel fue trasladado en ambulancia al Hospital de Cruces, donde ingresó cadáver. Varias personas, que se encontraban en el interior de la cafetería en el momento del atentado, manifestaron que los autores, uno de los cuales vestía un llamativo jersey amarillo, permanecieron sentados en la barra observando fijamente a su víctima y a su familia durante más de cinco minutos, antes de agotar sus consumiciones y decidirse a actuar. La Policía encontró en el lugar un único casquillo de bala del calibre 9 milímetros parabellum.

El ingeniero asesinado fue detenido por primera vez en 1969, y en diciembre de ese año logró fugarse de la cárcel de Basauri, junto con otros miembros de ETA. Permaneció exiliado en Francia hasta que se aprobó la amnistía en 1977. Todos los que lo conocieron sostienen que, desde su regreso al País Vasco, se mantuvo apartado de ETA y dedicado por entero a la empresa de construcción en la que ejercía un puesto directivo.

En 1981 finalizó la edificación de un grupo de viviendas en Algorta, que posteriormente fueron vendidas al Estado, al parecer a causa de las dificultades económicas por las que atravesaba la empresa Aldarriaga, S.A. Las viviendas fueron incorporadas a un proyecto de construcción de una casa cuartel, lo que provocó las protestas de parte de la población de esa localidad que, entre otras cosas, consideraba que dicho proyecto vulneraba la normativa urbanística legal.

La voladura de la casa cuartel, que iba a ser inaugurada en fechas posteriores con la presencia del ministro de Interior y de los primeros mandos de la Guardia Civil, fue abortada a raíz de la detención del comando que colocó los explosivos. Entre ellos estaba Miguel Solaun.

Sin embargo, posteriormente se supo que en 1981 la banda asesina presionó a Solaun para que pudiesen colocar los explosivos. Una carta escrita ese año por Miguel, de cuya existencia dio cuenta la agencia EFE, aportó nuevos datos sobre los posibles móviles de su asesinato. La carta, dirigida por Solaun a un amigo, teniente de la Guardia Civil, relata cómo se vio obligado a colocar el artefacto en las viviendas.

La cruda realidad es que si hice aquello fue protegiendo los intereses y la seguridad vuestra. Fui conminado por ETA a colaborar y prestar toda la ayuda que me pidieron y me exigieron, so pena de aparecer como un traidor ante ellos y correr la suerte que tuvieron mis amigos.

A continuación el ingeniero cuenta como el miedo le obligó a participar en la colocación del explosivo en la casa cuartel de la Guardia Civil, aunque, según precisa, no lo conectó. "Entre la elección de pasar el resto de mi vida huyendo de ETA o esperar un milagro, creo que ésta ha sido la solución ideal", explica refiriéndose a su detención.

Durante su estancia en la prisión de Nanclares de la Oca, Miguel Solaun recibió una paliza de miembros de ETA militar, que lo consideraban un traidor, y tuvo que ser protegido por otros presos pertenecientes a la rama político-militar. Desde allí siguió de cerca las negociaciones entre Euskadiko Ezkerra y el Gobierno para la excarcelación de polimilis de la VII Asamblea y, aunque no formó parte de esas listas -al haber sido detenido como miembro de ETA Militar-, aceptó la mediación de Juan María Bandrés y obtuvo un año antes de su asesinato el indulto que le permitió recuperar la libertad. El juez adelantó su puesta en libertad por considerar, entre otras cosas, que su vida corría peligro en prisión. Desde entonces vivía en la semiclandestinidad por motivos de seguridad y planeaba abandonar el País Vasco.

Los terroristas que acabaron con la vida de Solaun, Juan Manuel Piriz López y Juan Manuel González Merino, fueron capturados por los GEO el 16 de febrero de ese mismo año, tras un intenso intercambio de disparos en el piso en el que se ocultaban en Baracaldo. Ambos resultaron heridos, mientras que un tercer terrorista, Iñaki Ojeda Martín, resultó muerto. Los tres habían estado seis meses en la cárcel por haber participado en el secuestro del entonces secretario general del Partido Comunista de Euskadi, Roberto Lerchundi, en abril de 1981. Además de ellos, en el piso se encontraban, y fueron detenidos, Josu Olabarría Santurtún, policía municipal de Baracaldo (que moriría en 1992 al estallarle un artefacto explosivo casero que estaba manipulando), y Francisco Javier Rubio, administrativo.

Píriz y González fueron condenados en 1985 a 27 años de prisión por el asesinato de Solaun.

Miguel Francisco Solaun Angulo tenía 39 años. Estaba casado y tenía dos hijas.

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