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Otro Wilhelm más

Ustedes quizá no sepan quién es Sheb Wooley, pero créanme si les digo que estoy seguro de que han oído infinidad de veces su grito de agonía:

Grito de Wilhelm

Ese grito que acaban de escuchar es el que en el mundo del cine se conoce como "Grito de Wilhelm". Es un grito de agonía enlatado que se utilizó por primera vez en 1951, en la película Tambores lejanos, para una escena en la que un soldado es devorado por un cocodrilo mientras atraviesa un pantano.

Desde entonces, aquel grito, grabado por un actor y cantante de segunda fila llamado Sheb Wooley, se ha utilizado en infinidad de películas de cine. Y se sigue utilizando, a pesar de los 64 años transcurridos. En realidad, las películas de hoy en día no necesitarían usar el Grito de Wilhelm, porque hay multitud de sonidos de agonía enlatados de mucha mayor calidad, grabados más recientemente. Pero lo que pasa es que incluir el Grito de Wilhelm se ha convertido en una especie de guiño humorístico habitual dentro del mundo del cine, así que no hay película famosa donde no salga: se ha utilizado en Troya, Poltergeist, Titanic, La guerra de las galaxias, El señor de los anillos, Avatar, Spiderman, Kill Bill, Piratas del Caribe, La bella y la bestia, King Kong, En busca del arca perdida, Toy Story, la saga Crepúsculo, Misión imposible... y así hasta más de 300 títulos.

Por eso les decía al principio que estoy seguro de que ustedes, a nada que hayan visto algunas películas de cine, han tenido que oír el grito de Wilhelm en más de una ocasión, aunque no sean conscientes de ello.

La razón por la que ninguno de nosotros es consciente de haber oído nunca ese grito, a pesar de haberlo oído tantas veces, es evidente: el Grito de Wilhelm se usa cuando en la película muere alguno de los extras: por ejemplo cuando es abatido a tiros, se cae por un precipicio o muere en una explosión. Y ninguno de nosotros fija su atención en lo que hacen, dicen o gritan los pobres extras que completan el reparto de la película.

Esta semana, como ustedes saben, Tomás Gómez ha sido defenestrado por la vieja guardia felipo-cebrianista del PSOE, con la excusa de que lo del tranvía de Parla huele muy mal. ¡Como si no llevara oliendo mal hace meses! O como si el PSOE de Andalucía oliera mejor. Debe de ser que en la cúpula del PSOE tienen una pituitaria con efectos retardados. Y bastante selectiva.

Pero fuera cual fuera la excusa, lo importante es que se han pulido a un Tomás Gómez a quien hacía tiempo que tenían ganas de pulirse, para poner a un Gabilondo a quien hacía tiempo que tenían ganas de poner.

No es el primer fusilamiento al amanecer que efectúa el felipo-cebrianismo: en la mente de todos está, por ejemplo, la ejecución pública de aquel José Borrel que se atrevió a ganar a Almunia en unas primarias del PSOE. En realidad, desde la expulsión de Alonso Puerta del PSOE en 1981 por denunciar las irregularidades en las contratas de basuras, son legión los socialistas a los que se ha apartado de una manera u otra de sus puestos. En ocasiones, por corruptos; en otras, por no querer tragar con la corrupción de sus compañeros. Pero siempre cuando así le ha convenido a quienes cortan el bacalao.

Y en cada ocasión, el depurado emitía su Grito de Wilhelm al ser defenestrado y pasaba a la historia, como uno más de los extras de esa superproducción de serie negra llamada PSOE.

Y este caso de Tomás Gómez no es diferente. Es verdad que los guionistas están ya mayores, y todo ha resultado mucho más obsceno e hilarante de lo que les hubiera gustado: la negativa de Tomás Gómez a dejar su puesto, la llamada a un cerrajero para que cambiara la cerradura de su despacho mientras estaba en una entrevista, la manifestación de partidarios de Gómez delante de la sede de Ferraz, donde terminaron llegando a las manos con los vigilantes de seguridad... toda ha sido chusco, vergonzoso y risible.

Pero el hecho es que Tomás Gómez está defenestrado. Y dentro de pocos días habrá pasado a ser solo un recuerdo. Ni 48 horas ha tardado, por ejemplo, el candidato socialista al ayuntamiento de Madrid, Carmona, en desmarcarse de su supuesto amigo. El destino de Tomás Gómez es perderse en el olvido, como todo extra de cualquier película.

La vida sigue. Y el camino del PSOE hacia el abismo, también. Como suele decirse: el defenestrado al hoyo y el vivo al bollo.

El pobre Tomás Gómez hace mutis por el foro, después de emitir su Grito de Wilhelm.

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