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Las entradas del Museo del Prado

Se anuncia no sin cierta polémica que el madrileño Museo del Prado va a duplicar el precio de sus entradas, pasando de los 3 actuales a 6 euros, es decir, justamente el doble. La noticia me parece bastante interesante y, antes de emitir una opinión, creo que debe analizarse desde varios puntos de vista.

El primero de ellos es la comparación con centros similares en países de nuestro entorno. No soy un experto en la cuestión, pero en los museos que conozco de París (Louvre, Pompidu o Musée d'Orsay), Berlín (Pergamonmuseum) o Roma (Museos Vaticanos) recuerdo perfectamente que el precio de la entrada era netamente superior no a los 3 euros actuales del Prado, sino a los 6 futuros: en todos rondaba los 10 ó 12. Para quien se pregunte por ello, aun siendo todos muy diferentes y por tanto no tener sentido una comparación lineal, creo que ninguno puede situarse por encima del Prado.

Otro punto de vista de interés es el valor que debe darse a una experiencia cultural que, si se mira con un poco de detenimiento, no tiene precio. Creo que no solemos pararnos a pensar en ello, pero cuando entramos al Prado tenemos el privilegio de contemplar, por poner el ejemplo más recurrente, exactamente las mismas Meninas que pintó Velázquez, el mismo lienzo, las auténticos y genuinas pinturas que él usó. En esta época de reproducciones un museo de pintura nos permite contemplar obras que han navegado a través de los siglos para llegar a nuestros ojos, para que las miremos exactamente desde el mismo lugar que las miraron sus autores o los reyes que las habían encargado. Sí, el mismo Velázquez admiraba su obra desde ese punto en el que el turista despistado la admira ahora, ¿tiene eso precio cuantificable? En mi modesta opinión, cualquier precio sería justo, menos uno bajo.

Por último está el problema del acceso a la cultura de los ciudadanos y de la “obligación” del estado por favorecerlo. Creo bien poco en un estado que se mezcle en actividades culturales, de hecho me causa pavor cada vez que lo hace... excepto en el caso de los museos de carácter histórico. Hay que tener en cuenta además el origen del grueso de las colecciones del Prado, creadas por la monarquía en un tiempo en el que no había diferencia alguna entre el rey y el estado. Así, me parece legítimo que esas colecciones tengan titularidad pública, es decir, sean propiedad de todos los españoles, y el estado se comprometa en su conservación, pues es un legado que tenemos la obligación moral de transmitir a las generaciones venideras.

Esto no implica que se deba asumir una filosofía del gratis total y la absoluta dependencia del presupuesto, pues la gratuidad no implica una promoción mayor de la cultura sino que todos los ciudadanos pagan por lo que sólo usamos unos pocos. Además, significa que estas instituciones culturales se ven sometidas a un raquitismo presupuestario (la bolsa del estado es lógicamente finita) que les impide promocionar sus tesoros y hacer que lleguen al máximo número de personas. Y, por último, significa que el ciudadano medio no concede el verdadero valor a los tesoros de los que disfruta sin coste alguno y no es capaz, por tanto, ni de saborear su excepcionalidad ni de transmitirla a sus hijos, alumnos o amigos. Esto, por supuesto, no excluye que se deban hacer excepciones con determinados sectores de la población y me parece perfecto que se facilite la entrada a estudiantes, profesores, niños o jubilados.

En definitiva, creo que pagar seis euros por ver “Las Meninas”, “Los Fusilamientos del 3 de Mayo” o “Las Tres Gracias” es un precio más que razonable, un regalo. Yo estoy dispuesto a pagarlos y quien no quiera prescindir de una entrada de cine, tres cañas o una copa en cualquier local nocturno no merece disfrutar de las maravillas a las que esos seis míseros euros nos permiten acceder.

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