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¿Cómo dialogamos con esto?

Hace algunas semanas, tuve el honor de asistir a un almuerzo con el rector de una universidad católica de Madrid. Acababa de visitar ARCO, la Feria de Arte Contemporáneo, y aún le duraba el impacto de la inmersión en ese parque de atracciones bizarro e histérico de las formas artísticas modernas, en el que nunca sabes si estás ante una genialidad o un timo. Se exhibían obras de, entre otros, Damien Hirst, que embalsama tiburones e incrusta de diamantes calaveras, por las que el mercado paga cifras mareantes que rompen marcas de cotización. También se había hablado, en aquellos días, de una escultura naif, una especie de ninot fallero, que representaba a un judío sentado sobre los hombros de un cristiano, a su vez encaramado a los hombros de un musulmán. "¿Cómo dialogamos con esto?", nos preguntó el señor rector. No era una pregunta retórica. Había asombro, sí, pero también un propósito sincero de empatía, de entender esa realidad para poder conversar con ella desde la cosmovisión propia de un hombre de Fe. Durante el encuentro, uno de los más enriquecedores a los que he asistido por mi profesión de periodista, el profesor insistió en varias ocasiones en que uno de los desafíos de los católicos del siglo XXI es ese diálogo con realidades seculares que nos resultan ajenas, extravagantes, incluso hostiles. "¿Cómo dialogamos con esto?", nos interpelaba.

No soy un buen conocedor del pensamiento del Papa Benedicto XVI, pero he leído su célebre diálogo con Jürgen Habermas, en el que esa actitud de conversación permanente con la realidad se me aparece como la clave del modelo de sociedad secularizada que postula el, por aquel entonces, cardenal Ratzinger. No se trata de llegar a una Verdad acordada, no se trata de convertir ni de ser convertidos; se trataría, simplificando mucho el razonamiento del Santo Padre, de reconocer al otro, condición indispensable del diálogo con el mundo, en cuya realidad el cristiano está obligado a situarse y actuar. La actitud de reconocimiento comienza con esa pregunta del señor rector: "¿Cómo dialogamos con esto?". Asume que ahí, frente a nosotros, hay una realidad que no comprendemos, que de entrada nos parece extraña, incluso antagonista, pero a la que que no podemos ignorar y con la que debemos razonar porque la misión del discípulo de Cristo es dar testimonio en medio del mundo, y no frente al mundo o de espaldas al mundo.

El asesinato de imagen emprendido contra el Papa y el ataque a la Iglesia Católica por los casos de pederastía (en rigor, es una reanudación, por otros métodos y a escala planetaria, de la cacería histórica de la izquierda anticlerical española) subraya, a mi juicio, la importancia de renovar esa actitud de reconocimiento del otro como fundamento moral de un orden político laico en el que quede garantizada una verdadera libertad religiosa.

El linchamiento periodístico y político del predicador del Vaticano que citó en su homilía la reflexión de un amigo judío que ha comparado el acoso a los católicos con la shoah muestra en toda su crudeza la faz del nuevo totalitarismo y, paradójicamente, confirma el diagnóstico del confidente citado por el pastor. Un modelo de legitimidad moral en el que los más feroces y viscerales antisemitas (sí, la izquierda europea que niega constantemente a Israel el derecho a defenderse del terrorismo islamista, con el señor Zapatero y el diario El País a la cabeza, algunos de cuyos editoriales, columnas y viñetas recientes no habrían desentonado en la noche de los cristales rotos) se erigen en administradores del monopolio del sufrimiento, estigmatizan y caricaturizan a sus víctimas, presentándolas como extraviados, locos o usurpadores, es ciertamente un lugar terrible y opresivo en el que no existe la posibilidad de reconocimiento del otro.

No es que haya que dialogar con quienes te machacan. De lo que se trata, según he meditado a partir de la interpelación del señor rector, es de que en la agenda política del hombre libre debe figurar hoy, como prioridad, la promoción racional de un auténtico orden político laico en el que el creyente y el no creyente puedan reconocer distintos sistemas de representación del mundo y razonar con ellos; un orden en el que "ningún Gobierno se interponga entre Dios y el individuo", como dijo el arzobispo de Nueva York a propósito de una de las intentonas del señor Obama para recortar la libertad religiosa en Estados Unidos, fundamento de la Constitución política de esa nación. Una sociedad en la que el Gobierno entra en esa intimidad es una sociedad vigilada, donde el reconocimiento se vuelve miedo y opresión.

La pregunta del señor rector, "¿Cómo dialogamos con esto?", me parece pertinente, también, en nuestra relación con las manifestaciones artísticas contemporáneas. La actitud censora que he creído observar en algunas opiniones recientes que interpretan novelas, poemas y otras manifestaciones artísticas por sus valores "morales" me parece que no apunta en la dirección adecuada.

Juzgar Lolita, de Vladimir Nabokov, como una apología de la pederastía es, amén de una mezquina tergiversación de la novela, un parámetro desenfocado para dialogar con la realidad artística. A finales del siglo XIX, se juzgó en audiencia pública a Gustave Flaubert bajo la acusación de fomentar el adulterio con su novela Madame Bovary. Más recientemente, en España, se recordará el episodio del PSOE, en su faceta feminista e inquisidora, pidiendo el secuestro de una novela titulada Todas putas, que había sido publicada con una ayuda a la edición concedida por la Administración del señor Aznar. Confundir la opinión, la lógica y el destino de los personajes de ficción con la opinión, la lógica y el destino de los autores es un grave error de apreciación que lleva a conclusiones falsas y suscita tentadoras oportunidades de tachar sin contemplaciones todo lo que no entendemos.

Una cosa es defenderse de una exposición objetivamente blasfema, en la que se representa a Jesús como un chapero y a la Virgen María como una prostituta, como la que se abrió durante unas horas en una sala de la Universidad pública de Granada, y otra muy distinta juzgar las representaciones del mundo con criterios exclusivamente morales. La novela, dijo Henry James, es una representación de la vida. En la vida existen el mal, la corrupción, el escándalo, la traición, la infidelidad, lo feo,... ¿Qué debe hacer el artista con esa materia prima? ¿Debe ignorarla y dedicarse a trazar jardines con simetrías, laberintos, estanques, ninfas de mármol y templetes griegos? ¿O, por el contrario, debe representar la vida tal y como ésta es?

Ante el sincero empeño artístico, la respuesta no es el lápiz rojo de tachar, sino la pregunta del señor rector: "¿Cómo dialogamos con esto?".

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7
comentarios
1 wiccano1, día

Con paciencia y tesón, Monsieur Baudelaire ;-)

2 Justivir, día

Observo varios términos interesantes: “dialogar”, “conversar”, “conocerse”, “reconocerse” y “razonar con”. Naturalmente - o malintencionadamente - muchos entenderían que el diálogo equivale a “ponerse de acuerdo en lo fundamental” (!), "compartir una misma verdad” (!!) y aun el temido “alcanzar un razonable grado de consenso (!!!) En tal sentido creo que el diálogo con el antagonista, con el diferente o con "esa otra realidad" es imposible. Pero construyendo un concepto de “diálogo” sobre la base de los cinco verbos expresados más arriba, cuyo desarrollo creo que excedería el espacio y objeto de este blog y me tomaría un tiempo que desgraciadamente no tengo ahora (tal vez la capacidad tampoco), podemos alcanzar una respuesta razonable a la pregunta del rector.

3 vikinga, día

A mi me parece muy difícil el diálogo. Estaría muy bien un estado laico, aunque yo prefiero que sea aconfesional, en el que el estado nunca se interpusiese entre el hombre y su Dios, pero no veo en los llamados laicos, al menos españoles, ese espíritu. Sólo conozco su discurso puramente anticlerical, su mofa constante sobre la Fé y la Iglesia católica. ¿Y los musulmanes? Si fuesen mayoría, ¿acatarían las leyes como todo el mundo? o impondrían su "sharia" ¿Cómo podríamos dialogar con una parte de la población que no cumpliese la ley? Y por último, el grupo más cómico, los cristianos o católicos que asumen sin chistar todos los planteamientos de los laicos progres. No tiene defensa para dialogar porque ni siquiera saben lo que quieren o lo que son. Triste, y España está llena de gente del tercer grupo.

4 Justivir, día

a la acertada enumeración de Vikinga añadiría yo aquellos católicos que tienen que hacer un gran esfuerzo y sacrificio para votar favorablemente leyes manifiestamente injustas y claramente contrarias a su religión. En cuanto a los musulmanes isklamistas: pretendenm la aplicación de la Ley "intuitu personae", es decir, no una ley general y abstracta sino aplicable a cada cual, o no, según sus creencias

5 matmat, día

I Querido Víctor, simplemente un post excelente y te felicito por ello. “No se trata de llegar a una Verdad acordada … se trataría de reconocer al otro” y esa es realmente la esencia y el punto de partida del hombre religioso de hoy, que lo es y lo vive con profundidad, y que creo que sería quizá la versión actual y a nivel más humano del famoso “No he venido a juzgar al mundo sino a salvar al mundo” que hace ya más de 2000 años dijo el propio Jesucristo y que culminó en su propia pasión y muerte “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. No estamos aquí –los creyentes- para juzgar ni para posicionarnos frente al mundo, yo lo tengo claro y sólo querría hacer un comentario a lo que tú bien escribes. Existe actualmente un ambiente abiertamente anticristiano y rabiosamente anticatólico. ZP y compañía como buenos izquierdistas y por tanto totalitarios y enemigos de la libertad que son, no soportan la autoridad moral que ejerce la Iglesia católica en parte de la sociedad, no la soportan porque ellos quieren tener también ese poder para por supuesto imponerse y abusar de él, les encantaría manipulr las conciencias, moldear nuestras mentes a su gusto, a su imagen, a su capricho y es en la Iglesia donde encuentran abierta oposición. Como no pueden con ella intentan marginarla, reducirla, deslegitimarla (“los obispos no tienen nada que decir del aborto”, “es una ley y por tanto hay que acatarla”, …). Pero al final, la cosa es que en cierto modo la filosofía está calando, y realmente parece que los creyentes estamos en el mundo como de prestado y yo no estoy de acuerdo con eso. Nosotros somos del mundo igual que los demás y el mundo nos pertenece igual que a los demás, y lo podemos también modelar y transformar.

6 matmat, día

II Es más, debemos estar en el mundo como creyentes que somos y evidentemente nuestra forma de pensar, nuestra moral, nuestra ética deberá impregnar toda nuestra vida diaria, eso no sólo no es imposición, es bueno para nuestra sociedad que estemos en ella defendiendo claramente lo que consideramos que es bueno y justo. Hay un problema o mejor dicho dos, uno de ellos lo ha dicho bien vikinga, hay bastantes creyentes que son maricomplejines y se han dejado también avasallar por el rodillo zetapérico, eso es una realidad, peor para ellos, otros muchos no lo vemos así ni pensamos ceder desde luego. Existe otro problema mayor y es que hay situaciones, ideologías, religiones (o … religión) … que no se prestan al dialogo en absoluto, que buscan ganar terreno e imponerse también. En fin, es imposible dialogar con quien busca sólo la confrontación … no pasa nada yo creo, en este caso no se puede ceder a la presión ni al chantaje, no imponerse pero tampoco ceder desde luego. En fin, realmente creo que nuestros progres tan indocumentados ellos deben pensar que han inventado la persecución religiosa, e incluso creo que piensan que pueden acabar con la religión. En fin, pobres pringadotes, u vistazo a la historia para darse cuenta que ni el mismo ZP va a poder con ello y que encima, en las épocas de más dureza y opresión resulta que más creyentes ha habido … la vida es así!

7 Andurihl, día

Escribir que no soy católico merece una aclaración. Estoy bautizado, comulgado y confirmado, pasos esenciales en la formación de todo buen cristiano. Además, no reniego de la herencia intelectual cristiana ni su historia. Sin embargo, no soy creyente. Resulta claro que por lo tanto, no puedo ser católico porque sin fe no puede haber confesión posible; sin embargo, cómo no serlo cuando uno es heredero de San Agustín o Santo Tomás, de Liebniz y de la fecunda escuela de Salamanca. Comparto con usted Don Víctor, esa necesidad de diálogo. Como ya he mencionado, mi incredulidad o incapacidad para la fe; no debe ser al mismo tiempo imposibilidad para el debate y el aprendizaje. He aprendido, y mucho, de las encíclicas del Santo Padre "Spe salvi" y "Deus caritas est". Documentos que muestran a un Ratzinger con un altísimo valor intelectual para aquellos, que como yo, no pueda valorar, que lo tiene, su tesoro espiritual. Esas obras y otras, como bien mencionaba Gabriel Albiac, son una genialidad filosófica porque nadie como el Santo Padre, tiene esa capacidad para enlazar el pensamiento griego con el pensamiento cristiano. ¿Cómo evitar el goce intelectual de disfrutar de ello por el mero hecho de ser anticlerical? Genial artículo Don Víctor. Reciba un cordial saludo.