Menú

Quiero ser irlandés

Hola. Estoy de bajona. El martes fue San Patricio y olvidé pedirle permiso a la Carbo y al Tío Mario para otro monográfico irlandés en el pograma. Se me ocurrió en la Embajada, durante la recepción del señor embajador Peter Gunning, a la que asistimos por generosa intercesión de la profesora Beatriz Villacañas, directora del centro de estudios literarios Irlandeses de la Universidad Complutense. Acudí con el secreto propósito de pedir asilo en la Embajada, pero enseguida temí que el señor Garzón dictase una Euroorden contra mí si lo hacía. No quiero verme envuelto, por nada del mundo, en un interrogatorio del señor Garzón. A cambio, disfruté mucho con la colección de arte del señor embajador, en especial con un cuadro que se trajo de su estancia como diplomático en Rusia. Es un paisaje de un pintor irlandés impresionista que vivió en Moscú. No recuerdo su nombre, sólo que el cuadro representa un paisaje ruso muy irlandés. También me gustó comprobar que en las recepciones del embajador irlandés, no se sirve Ferrero Rocher como en la Embajada de Isabel Preysler, sino pintas de Guinness negra y whiskey Jameson.

Pero ya era tarde para otro monográfico de literatura irlandesa. El pograma se había grabado el lunes y yo mantuve en secreto mi intención de pedir asilo.

La Carbo y Mario transigieron en enero con reseñas de Siete inviernos, de Elizabeth Bowen; Los viajes de Gulliver, de Swift, y una magnífica Antología de cuentos populares irlandeses editada por Siruela, a ver si me callaba, después de la perreta que me ha entrado con que ya no quiero ser inglés -y hasta he arriado la bandera de San Jorge de mi perfil en Facebook- sino irlandés por los cuatro costados del trébol de cuatro hojas, mayormente después del NO irlandés a Uropa.

Uno debería poder pertenecer a la patria donde le dejan en paz. El único patriotismo que sirve para algo es el que protege a la gente frente a gobiernos y demás persecuciones. El de los pioneros de Estados Unidos, por ejemplo, huyendo de las guerras de religión que devastaban Europa. O el de los héroes de la Guerra de la Independencia española, que, como su propio nombre indica, se hizo con el noble y elevado empeño de hacer a los españoles independientes, no sólo del gabacho, sino también del felón. Pringados. Lo peor de los españoles no son sus élites, como cree el maestro José María Marco. Jovellanos, por ejemplo, lo intentó y murió llorando de impotencia. Ahí lo tienes, al pobre, en el cuadro de Goya, subtitulado: "Menudo marronazo, pensar para esta gentuza".

Jovellanos era élite. Pero llamar "élite" a los Sres. Zapatero y Rajoy, a la señorita Soraya, al Transiberiano de Fomento, o a doña María Antonia Iglesias, me parece un pelín psicodélico.

Lo peor de los españoles son los españoles, que no hay por dónde cogerlos. A ver si al fin, con el aborto libre de la señorita Aído (pura élite), los abortan a todos por prescripción facultativa desde los 16 años y entregamos La Alhambra, llave en mano, a Bin Laden. O a Mohamed VI, que también se ha dado prisa en responder a nuestro anuncio en Segundamano.

Tampoco es que los uropeos de la nueva Eurabia sean mucho más dignos del gasto público en matronas para traerlos a este valle de lágrimas en el que, no bien han abierto los ojos y empiezan a mover sus deditos de arañita con esas uñas que parecen garfios, ya les ponen la cartilla del paro en una mano (la izquierda, of course), y el Corán de la Alianza de Civilizaciones, en la otra.

Alá es grande y misericordioso, pero su profeta Mahoma no me ha llamado por el camino del patriotismo hispano ni uropeo. Por eso, nunca me apuntaría a Denaes, que reparte premios de patriotismo como quien pide perdón por oler sobacos en el Metro. Señorita, todo indica que Usted no ha tenido a bien ducharse esta mañana, le pido que me disculpe por interponerme entre su fetidez y Castilla La Vieja.

Tampoco votaré en las Elecciones Uropeas; total para qué, si al final no puedes quitártelos de encima y sigues aguantándolos en las tertulias.

Mira al Sr. Alejo Vidal Quadras: el tío no deja ni a palos los micrófonos, y luego no se entera ni de lo que vota en la Urocámara. Me pregunto si el bueno de don Alejo estaba en su escaño cuando el señor Václav Klaus criticó la integración europea y la planificación económica y política de los eurócratas, sólo comparable a la de la URSS en su ambición constructivista, durante uno de los mejores discursos de la historia del Parlamento Europeo, y si aplaudió su propia reprobación como exponente de la gandulería, la ineficacia y la desvergüenza de los vividores de la Urocámara, o bien le pilló en maquillaje, justo antes de entrar a plató.

Por eso quiero un nuevo derecho, de esos que tanto le gustan al señor Zapatero, los "derechos de ciudadanía". Quiero elegir mi patria. Quiero ser irlandés, al menos por un tiempito. Quiero que me dejen en paz. Quiero ir al Ministerio del Interior y que sea el señor Rubalcaba en persona quien recoja mi pasaporte español, se lo meta por ahí, y me entregue mi reluciente pasaporte irlandés, con mi foto de españolazo medio. Como ese cuadro del señor embajador. Un paisaje ruso muy irlandés.

No podemos vivir sin pertenecer a algún lugar, sin llevar impresas sus leyes, las más antiguas e innombrables, las que constituyen el orden espontáneo al que no dejamos de tender, dice Hayek. El orden que todos los Zapateros y Rajoyes y Alejos y eurócratas quieren cargarse con su gran sociedad de diseño, sus ideales aplastantes, la estafa del Estado del Bienestar y todas las ficciones con las que justifican sus latisueldos.

El patriotismo más urgente es el que defiende al individuo frente a esta panda. No lo veo por ningún lado en España, y por eso he celebrado este año San Patricio y acaricié seriamente las opciones de refugiarme en la Embajada irlandesa.

El patriotismo que fundó la tradición de la prosperidad, según nos ilustra el Sr. David S. Landes en La riqueza y la pobreza de las naciones, uno de los libros que el Sr. Recarte recomienda para entender por qué unas sociedades son más propicias que otras a la felicidad de sus individuos.

Concluye el Sr. Landes, al final de un tocho que nunca deja de ser ameno e instructivo, que el factor determinante de la riqueza es la cultura. "Lo que cuenta es el trabajo, la capacidad de ahorro, la honestidad, la paciencia y la tenacidad", resume. Lo contrario de la "era de los postres" en la que se halla Uropa.
Queremos que las cosas sean dulces. Somos demasiados quienes trabajamos para vivir y para ser felices. No hay nada malo en ello, lo único que ocurre es que esta actitud no fomenta una tasa elevada de productividad. ¿Queremos más productividad? Entonces tendríamos que vivir para trabajar y ver la felicidad como un producto derivado.
Lo peor es que ya ni siquiera estamos en el minuto del dilema que describe el señor Landes. Ese dilema pudo existir aún para la generación que hoy dirige España, la del señor Zapatero y la del señor Rajoy. Tuvieron que elegir entre el esfuerzo y el postre, y eligieron doble ración de postre. No dudaron: entre liderar a la gente por la senda del esfuerzo y los valores fuertes, la única que al final conduce a la prosperidad, y pastorearla por la del Estado del Bienestar, los españoles de esa generación, que es la de la Transición, eligieron el atajo de la seguridad y la servidumbre. Y la peña, siempre peor, mucho peor que sus élites, se ha dado desde entonces con orgullosa bulimia al vicio de la repostería.

Dos generaciones más tarde, en plena generación del "yo no corono rollos con bombo", los perroflautas anti-Bolonia y los Pau Donettes, ya no queda ninguna encrucijada ante la que tomar una grave decisión.

Todo es granja y alimento en potitos, administrado cantarinamente por el Estado. El camino de servidumbre se ha vuelto autopista.

En fin, disfruten, otra vez, y mientras no esté prohibido, con el monólogo final de Los muertos, en la versión de John Huston, otro gran irlandés.

Herramientas

LD Libros en...

5
comentarios
1 TheFlash, día

Soberbio post, una gozada leerlo, pero es un clásico…cuando uno llega a "Menudo marronazo, pensar para esta gentuza" es que ha vuelto a ordenar mal el minuendo y el sustraendo para embarrancar en la celebrada y cansina resta… …deberíamos quemar nuestros pasaportes para dejar de engañarnos con ese recurso… …ACCIÓN…. …Jovellanos fue un hombre de acción.

2 Anavmor, día

Victor, Coincido con TheFlash: ha sido un enorme placer leer tu post. Has tocado aquí uno de los temas más indignantes: la actual Unión Europea, que no es otra cosa que un atajo de orondos funcionarios. Suscribo completamente lo que, hace ya más de tres años, decía FJL al respecto (sobre todo la última frase...): "Es la hora de afirmar una Europa real, modesta, razonable, atlántica y liberal. Una Europa amiga y no enemiga de América, de las dos Américas, que parta del libre comercio, de la seguridad y de la libertad ya existentes en los distintos países para crear nuevos espacios comunes de negocio y convivencia. Una Europa que no parta de un leviatán fiscalmente insaciable desde el que se gobierne a veinticinco países sin permiso de los gobernados". Un abrazo!!

3 splash, día

Tu a Irlanda y yo a Nueva Zelanda, el lugar más lejano posible del paraiso de ZetaP. Esto es inaguantable, pero bueno, no desesperemos.

4 TheFlash, día

Bueno, vale, si os vais todos yo también…a ver, un buen destino de raíz anglosajona para vivir bajo el imperio de la Ley y el progreso…mmmm…ya está, Belice. ;->

5 vikinga, día

El post fantástico y el final mejor, pero si que estás de bajón Sr Gago. No creo que en el exilio pudieses desentenderte de la trágica y absurda España. Seguirias leyendo LD y participando de nuestras miserias. Además, y ya que el blog es de libros,no creo que encontrases un idioma más hermoso para expresarte que el español, por muy tonto que se ponga Shakespeare.