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La hora de Paniagua: Seattle, Oklahoma: El viaje es

"Pero cada día de vuestras vidas cruzáis las millas que hay de aquel lugar a éste. Todos los días. ¿Me comprendéis? En vosotros ese viaje es". (Extracto de "Angels in America", magnum opus del dramaturgo estadounidense Tony Kushner).

Es, naturalmente, una curiosidad profesional, pero siempre suelo mirar más allá de los datos de audiencia televisiva de las series finales de la NBA que proporciona la muy prestigiosa firma Nielsen Ratings Incorporated. Según esos datos -siempre extremadamente fiables- de Nielsen, la audiencia de la final Heat-Thunder de este año ha sido la segunda mejor de la historia de la NBA en la cadena ABC.

Pero hay una parte de ese informe que esta temporada me interesaba mucho observar: los datos del share de la Final desglosado por ciudades. Y ese desglose es muy significativo.

Naturalmente Miami, junto con las zonas metropolitanas más pobladas del Sur de la Florida, Oklahoma City, junto a prácticamente el Estado entero de Oklahoma y también alguna ciudad notoria de alguno de los otros Estados adyacentes al de Oklahoma dieron los picos más notables de audiencia durante los cinco partidos que duró la final.

Pero hubo dos ciudades que marcaron unas cotas de visionado más altas de lo esperado. Una fue Cleveland. Lo cual es lógico, porque imagino que la ciudad, y gran parte del Estado de Ohio también, se encomendaría a toda la corte celestial con tal de no ver a LeBron James levantar el trofeo de campeón de la NBA.

La otra ciudad que marcó unos ratings importantes en esta Final de 2012 fue una que aporta una gran dosis de emotividad a esta historia: Seattle.

Indiscutiblemente, los Thunder han sido el mejor equipo de la potente Conferencia Oeste; de eso no cabe duda alguna. En su camino hacia la gran final, los chicos de Oklahoma dejaron en la cuenta a tres enemigos de una fuerza descomunal: Mavericks (que eran los vigente campeones), Lakers y Spurs. Es decir, hablando en términos de tenis, diríamos que los Thunder no tuvieron un cuadro nada fácil para llegar a su pelea con los Heat en el combate final.

También es muy cierto que los Thunder fueron la novia de América en esta final. Los Thunder de OKC son, en contraste con los Heat de Miami, un equipo con una cuidada imagen de conjunto humilde, hecho a la medida de su líder Kevin Durant. Tienen, además, un entrenador muy simpático, Scott Brooks, y poseen un aura de chicos que se lo pasan pipa jugando a este juego del baloncesto. Salvo algunos ramalazos de Westbrook, los Thunder proyectan una imagen que encaja perfectamente con el perfil bajo de Oklahoma City, la ciudad a la que representan.

Sin embargo, Seattle todavía los ama. Y esa fe de las gentes de Seattle en los Thunder es desde luego encomiable. A pesar de haber perdido a este club en, digamos, extrañas circunstancias. Aquello fue un hurto mayor perpetrado por su anterior propietario, el dueño de la Starbucks Coffee Company, Howard Schultz, en connivencia con el actual dueño de los Thunder, Mr. Clyde Bennett, y ambos dos con la complicidad del Comisionado David Stern.

Tengo la impresión de que Seattle todavía contempla a estos Thunder como a una suerte de hijos abducidos que les fueron arrebatados de casa en un día negrode infausto recuerdo y por unos seres extraños con la ayuda de un traidor.

De todos modos, este amor de la gente de Seattle por los Thunder tiene un punto un tanto naif también. Lo que, quizás, convierta toda esa pasión en algo todavía mucho más tierno. Un ejemplo: el diario local de mayor tirada en la ciudad, el Settle Times, titulaba así la crónica previa de la final: "La franquicia jugará su primera Final de la NBA desde 1996, antes de trasladarse desde Seattle a Oklahoma City". Lo cual está muy bien como titular cargado de ternura y de nostalgia.

Pero los Thunder no son los Supersonics reubicados. Ya se encargó el señor Bennett de asegurarse de ello cuando dejó la historia de la franquicia en Seattle. El magnate se llevó de allí el software y les dejó el hardware, por así decirlo. Los números retirados, las banderas de Campeón de Conferencia, la de Campeón de la NBA, los records, las estadísticas, todo. Incluso el apodo histórico de SuperSonics lo dejó allí también Míster Bennett por si algún día la NBA decidiera volver a situar una franquicia de la NBA en Seattle. (Cosa nada improbable en un futuro a medio plazo, por cierto).

La historia del traslado de la franquicia de Seattle a Oklahoma City no tiene nada de sentimental. Fue puro business. Hubo un hombre que, para las gentes de Seattle, fue el gran traidor: Mr. Schultz, el dueño de Starbucks. Schultz prometió que el equipo se quedaría en la ciudad ad eternum. Evidentemente, mintió. Y ahora es el enemigo público número uno de los aficionados al baloncesto en Seattle y sus alrededores. (Por cierto, aveces me pregunto si el actor Mike Myers no sabría ya algo que los demás no supiéramos cuando en una de las películas de su trilogía sobre el personaje de Austin Powers hizo que Starbucks fuera una de las inversiones financieras principales del Dr. Evil (Dr. Maligno), el archienemigo de Powers).

Los otros personajes de esta trama, el señor Bennett -y el señor Stern- se limitaron a hacer negocios y a ser muy pragmáticos. El sentimiento de las gentes de Seattle les importó muy poco, francamente. La temporada 2007-2008, la última de la franquicia en la ciudad, acabó con un devastador record de 21 victorias y 61 derrotas, entre sospechas –yo diría que nada infundadas- de que Mr. Bennett había "sugerido" a su gente tirar la temporada por la borda para justificar más y mejor el traslado del club a su querida tierra de Oklahoma.

Sin embargo, y como bien demuestran los datos de Nielsen Ratings, a pesar de lo que muchos consideran un ultraje, las gentes de Seattle todavía miran con simpatía a los Thunder. Y en particular a Kevin Durant, que nunca deja de recordar que él fue nombrado Novato del Año en 2008 siendo todavía jugador de los Seattle Supersonics.

Aquel viaje, un tanto tortuoso, que acabó con los Sonics convertidos en Thunder y con Oklahoma City recogiendo a un equipo que dejó huérfana de básquet a la ciudad de Seattle, sigue vivo. Y mientras la ciudad no recupere a sus Sonics algún día, los Thunder son lo único que une a los fans de Seattle y del Seattle con los días de gloria del pasado.

El espíritu de Lenny Wilkens, de Jack Sikma, de Freddy Brown, de Dennis Johnson, de Gus Williams, sigue vivo en Durant, en Westbrook, en Harden, en Ibaka.

En los jugadores del Oklahoma City aquel viaje entre aquel lugar y este todavía es.

Miguel Ángel Paniagua (publicado en GIGANTES)

Miguel Ángel Paniagua en Twitter: @pantxopaniagua

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