El todavía comisario europeo de Economía adelanta su nombramiento como Vicepresidente para asuntos económicos. Solbes tendrá lo que pedía: competencias de coordinación sobre todas las áreas de gestión económico-financiera. Hay demasiados economistas en el negociado de expertos del PSOE como para exponerse a ser discutido dentro de sus propias filas, de ahí la condición que Solbes ha puesto a Zapatero, y que éste ha aceptado. Es la misma que Miguel Sebastián había puesto antes al presumible próximo presidente. Es conocida la apuesta de Zapatero por el antiguo jefe del Servicio de Estudios de BBVA, en demérito del responsable del área económica de la Ejecutiva socialista, Jordi Sevilla. En plena campaña electoral, el entonces candidato socialista declaró en la cadena amiga, ante el amigable Juan Pedro Valentín, que Sebastián tendría un papel destacado en su Gobierno. No cuesta imaginar la cara de Sevilla al escuchar, entonces, las intención de su secretario general. ¿Qué ha ocurrido entre aquel momento Sebastián y la autoproclamación, este miércoles, de Solbes? La respuesta es que Zapatero no toma todas las decisiones en su partido; desde luego, no toma ninguna de las verdaderamente importantes. El núcleo duro de aparatchiks ha impuesto la designación de Solbes, para abortar, así, el acceso de un independiente a un puesto clave del Gobierno. La competencia de Solbes para el cargo no está en cuestión. Su defensa del Pacto de Estabilidad presupuestaria desde su cargo de comisario de Economía es, por sí sola, una hoja de servicios que transmite la indispensable confianza a la sociedad económica. Cuestión distinta es cómo hará compatibles el compromiso con el rigor presupuestario y las colosales promesas de bienestar hechas por Zapatero. Pero la conclusión de fondo que sugiere la designación de Solbes es que al próximo presidente le hacen y le anuncian el Gobierno. Su caso recuerda al del monarca del cuento de Saint-Exupery, El Principito, que ordenaba enérgicamente sentarse cuando todos estaban sentados, y mandaba ponerse en pie cuando todos ya lo habían hecho.