CRóNICAS COSMOPOLITAS
18 de julio
Carlos Semprún Maura
Cruzamos Vitoria el 16 o el 17, no recuerdo. Mi padre conducía. El coche debía ser muy grande, ya que cabíamos sus siete hijos, su segunda esposa, no nuestra madre, gracias a dios, no, y una chacha, que si no me falla la memoria, se llamaba Acacia. Cruzando Vitoria, mi padre sintió, o vio, o se percató de que pasaban cosas raras: grupos de gentes gesticulando y gritando por las calles, muchos militares, y mi padre gruñía constantemente: “Aquí pasa algo, aquí pasa algo. No es posible, no se habrán atrevido”.