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Pedro Sánchez y el psicopompo

El Libro de los muertos es un tipo de texto funerario que estuvo de moda entre los antiguos egipcios durante cerca de dos milenios, Estaba concebido como una ayuda para que los fallecidos pudieran alcanzar la vida eterna y lo componían una serie de conjuros, que solían escribirse en la mortaja, en el interior de los sarcófagos o, preferiblemente, en papiro. Gracias a esos libros de los muertos, hemos podido reconstruir cuáles eran las creencias de los antiguos egipcios en lo que respecta al más allá, creencias que prefiguran en ciertos aspectos las de otras religiones posteriores, incluido el cristianismo.

Los egipcios creían en una vida más allá de la muerte, una vida feliz y libre de preocupaciones en el paraíso de los dioses, en la que el fallecido recuperaría su cuerpo terrenal, se reencontraría con sus ancestros y adquiriría él mismo características divinas.

No todos podían, sin embargo, entrar al paraíso. Solo los justos de corazón, los no pecadores, podrían alcanzarlo. Al morir, el alma del finado debía atravesar el inframundo, sorteando diversos obstáculos y seres mitológicos, para lo que el Libro de los muertos proporcionaba los necesarios encantamientos.

Si lograba atravesar los obstáculos del inframundo, el muerto comparecía ante Osiris, y allí debía declarar si había o no cumplido con los 42 mandamientos, recitando la denominada "confesión negativa": no he robado, no he matado hombre ni mujer, no he blasfemado, no he cometido adulterio, no he sentido ira sin una causa justa, no me he apresurado a emitir juicios, no he incumplido las leyes, no he sido innecesariamente locuaz...

Tras la confesión, llegaba el momento del juicio. Osiris ponía en una balanza el corazón del muerto y lo comparaba con Naat, la diosa de la justicia. Solo si la balanza quedaba equilibrada, señal de que no había pecado, tenía derecho el muerto a acceder al paraíso.

Todo el proceso posterior a la muerte era de una gran complejidad para los egipcios y el Libro de los muertos constaba de hasta casi 200 conjuros para describir cada aspecto de esa vida después de la muerte y para ayudar al muerto a afrontarla. Actuaba a la vez como libro de teología, como amuleto y como recetario de encantamientos.

Una de las figuras importantes con las que el muerto se ha de encontrar es la del dios Anubis, que actúa como psicopompo, es decir, como encargado de guiar el alma del muerto a través del inframundo hasta encontrarse con Osiris y enfrentarse al juicio.

Digo todo esto porque quizá a los militantes socialistas les venga bien ir pensando en identificar a su propio psicopompo, en ir preparando el terreno para cuando Pedro Sánchez termine de suicidar el partido. Alguien tendrá que hacerse cargo del cadáver del PSOE y guiarlo a su cita con el juicio de la Historia.

No sé quién sucederá a Pedro Sánchez, pero sí intuyo que le va a tocar la ingrata tarea de liquidar lo que quede del partido. Ingrata, sobre todo, porque es imposible que el PSOE pase la prueba de la balanza. ¿Hay alguna tropelía que el PSOE no haya cometido? ¿Algún exceso que haya desdeñado? ¿Alguna tentación en la que no haya caído? ¿Alguna traición que no haya consumado? Si hiciéramos la lista de los 42 mandamientos políticos, probablemente el PSOE los haya incumplido todos.

Así que al psicopompo al que le toque guiar al partido a través del inframundo le tocará ver cómo la balanza de Naat se desequilibra, negando al PSOE la entrada al paraíso de los partidos justos. Aunque al menos le cabrá el consuelo de que, según la mitología egipcia, aunque a los justos les espera el paraíso, a los pecadores no les espera un infierno. Los egipcios consideraban que la mera desaparición era suficiente, que la muerte eterna era bastante castigo: aquellos que Osiris no considera justos, simplemente son devorados por un demonio con forma de perro y dejan de existir.

El infierno egipcio que le espera al PSOE es la Nada.

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