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¿Qué impulsa a Pedro Sánchez a comportarse de forma ilógica?

Ayer les hablé de lo incomprensible que resulta que Ciudadanos haya firmado este acuerdo concreto con el PSOE. Permítanme hoy, para complementar lo expuesto, que les comente un aspecto ciertamente extraño de la estrategia de pactos de Sánchez. Un aspecto que no he visto resaltado en ningún sitio.

Tras la renuncia de Rajoy a la investidura y el encargo a Sánchez de formar gobierno, la tarea del líder del PSOE no era, en realidad, tan complicada. Un programa electoral tiene muchas caras, y se puede jugar con esas caras para contentar a la vez a distintos socios.

Sánchez hubiera podido perfectamente redactar un programa bifronte: fuertemente izquierdista en lo económico y social, para atraerse a Podemos, y fuertemente reformista en lo institucional y comprometido con la unidad nacional, para atraerse a Ciudadanos.

Imaginen, por poner un ejemplo simplón, que Sánchez hubiera presentado un programa que garantizara a Podemos el fin de los desahucios, el castigo a los especuladores, la lucha contra la pobreza energética, el salario mínimo universal y las ayudas a la dependencia. E imaginen que ese mismo programa ofreciera a Ciudadanos la independencia del poder judicial, la reforma electoral, la equiparación de servicios sanitarios y educativos en toda España, la libertad lingüística y la despolitización de las televisiones públicas.

Tanto Podemos como Ciudadanos habrían tenido muy difícil, en ese caso, oponerse a la investidura de Sánchez. ¿Cómo podrían los electores de Podemos rechazar un acuerdo que recogiera sus principales reivindicaciones en materia social y económica? ¿Cómo podrían los electores de Ciudadanos rechazar un acuerdo que incluyera grandes mejoras de carácter territorial e institucional?

A lo mejor el acuerdo hubiera sido igualmente imposible, pero al menos tenía una oportunidad. Y ese modo de proceder de Sánchez habría resultado lógico. Y hubiera sido fácil de explicar a los votantes de Ciudadanos y de Podemos.

Y sin embargo, ¿qué es lo que ha hecho Sánchez? Pues justamente (y esto es lo extraño y lo ilógico) invertir los papeles, y proponer un acuerdo que en materia económica se aproxima más a Ciudadanos, y que en materia territorial apunta a una confederalización más próxima a los postulados de Podemos y sus confluencias nacionalistas.

¿Qué sentido tiene esto? Carece por completo de lógica. Esa inversión de papeles perjudica tanto al PSOE como a Sánchez, puesto que minimiza las posibilidades de explicar el pacto a la opinión pública, de atraerse a los votantes de Podemos y Ciudadanos y de conseguir formar gobierno.

¿Por qué alguien como Sánchez y un partido como el PSOE harían algo completamente ilógico y que aparentemente les perjudica? Pues la única respuesta es que hay otros intereses más poderosos en juego. Intereses ante los que el futuro de Sánchez y el del propio PSOE son irrelevantes.

Cuando en determinadas esferas se habla de los peligros de un pacto del PSOE con Podemos, lo que se está queriendo decir, en realidad, es que lo peligroso sería un pacto en lo económico y social, porque obligaría a quienes actualmente depredan los presupuestos públicos a dedicar dinero a quienes menos tienen. Pero un pacto PSOE-Podemos en el terreno territorial no solo no preocupa a esos depredadores del presupuesto público, sino que sería incluso bien visto, porque permitiría blindar ese modelo autonómico que garantiza el mantenimiento del régimen.

De la misma manera, cuando se anatematizaba a Ciudadanos desde ciertos sectores, diciendo que éste era un partido de derechas, lo que se quería decir es que no había que transigir con ninguna reforma institucional o territorial de Ciudadanos que pusiera en peligro el actual statu quo de reparto del poder. Un statu quo del que forman parte consustancial los partidos nacionalistas. Pero sin embargo, un pacto con Ciudadanos en el terreno económico no es peligroso. Al fin y al cabo, unas cuantas medidas de liberalización que aumenten la eficiencia no impedirían seguir depredando el presupuesto público.

Y no hay más, queridos oyentes. Por eso se ofrece un pacto absurdo, que en lo económico se acerca a Ciudadanos y en lo territorial a Podemos. Ninguna de las dos cosas significa una amenaza para el régimen. De lo que se trata no es de formar gobierno, sino de seguir garantizando los privilegios de unos pocos a costa de todos los demás. Y para garantizar esos privilegios hay que evitar que las concesiones en materia social y económica sean demasiadas, y hay que blindar ese estado de las autonomías que fragmenta el poder político en España y lo somete a los dictados de quienes manejan el dinero en España y fuera de ella.

Son esos intereses económicos y de poder los que obligan a un partido teóricamente socialista a pactar una política económica cuasi liberal con Ciudadanos. Y son esos intereses económicos los que obligan a un partido teóricamente españolista como Ciudadanos a aceptar un paso más en la ruta hacia la confederalización.

Las cosas no son, por supuesto, tan sencillas como las pinto aquí, porque siempre entran en juego otros muchos intereses menores, que pueden arruinar hasta el más perfecto de los planes. Obviamente, Sánchez quiere sobrevivir, por lo que no hay que descartar que sienta la tentación de salirse del guión si la cosa se pone fea para él. Y Rajoy quiere poder salvar su imagen, lo que ha hecho imposible que el PP se sume a una gran coalición con Sánchez de presidente. Y Podemos es un partido aún no del todo integrado en el sistema, que resulta muy útil para esgrimirlo como amenaza ante electores recalcitrantes, pero que de vez en cuando sorprende con ideas propias, que obligan a los otros actores a improvisar.

Y sobre todo, el factor de incertidumbre mayor es la propia opinión pública, que siempre se deja pastorear en mucha menor medida de lo que a algunos les gustaría. De hecho, buena parte del lío actual proviene de que las previsiones originales (es decir, que PP y Ciudadanos obtuvieran mayoría) no llegaron a cumplirse en las últimas elecciones, por lo que ha habido que improvisar una solución alternativa que pasa ahora por Sánchez.

Si Podemos no entra en el juego y no permite a Sánchez gobernar con Ciudadanos, las presiones sobre PP y PSOE se redoblarán para que alguno de ellos deje gobernar al otro. Pero, como ya he dicho antes, Sánchez puede salirse del guión y gobernar con Podemos, porque tiene los escaños suficientes para ello.

Si Sánchez no se sale del guión y si ni él ni Rajoy renuncian a sus ambiciones personales, entonces iríamos a nuevos comicios y volveríamos a la casilla de salida del 20-D, a la espera del veredicto de los votantes el próximo 26 de junio.

Y últimamente, las urnas las carga el diablo.

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