Estamos en manos de un hatajo de sociópatas sin el menor sentido de la dignidad que son capaces hasta de prostituir un funeral de Estado y degradarlo a pantomima gubernamental.
Es descorazonador que muchos curas y obispos hayan mostrado en estas semanas semejante miedo, hasta el extremo de que el papa ordenara el cierre de todas las iglesias de Roma, medida que por fortuna revocó a las pocas horas.