Voluntad, empeño, pasión: José Antonio Camacho ha vuelto a poner de moda la "furia" en una selección española que intentará hacer un buen papel en el undécimo Mundial en el que participa. Una misión difícil, pero no imposible, para este equipo "eterno favorito".

Temperamental, nervioso, de ojos vivos, el ex defensa del Real Madrid sigue una línea simple: elegir a los mejores en función de las necesidades del juego colectivo. En la fase de clasificación desde luego no le ha ido mal: ninguna derrota, dos empates y, sobre todo, seis partidos ganados.

De una fidelidad sin concesiones a la camiseta española, que defendió en 81 ocasiones como jugador, Camacho fue un defensa riguroso tanto con él mismo como con sus adversarios. Qué se le pregunten si no a Johan Cruyff, que tuvo que "sufrirlo" en más de una ocasión.

Si bien entrenó primero al Rayo Vallecano, al Espanyol, al Sevilla y, muy brevemente, al Real Madrid, su carrera de entrenador cobró verdadera importancia cuando asumió las riendas de la selección, en septiembre de 1998, en reemplazo de Javier Clemente.

"Si el Mundial se celebrase en febrero o en marzo, seguro que jugaríamos finales y ganaríamos títulos. En junio los futbolistas están saturados", declaró a un diario español en octubre de 2000 para explicar los pobres resultados de su selección en las grandes citas.