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 Rusia

Una de las constantes en la selección rusa es que resulta imprevisible, lo cual puede explicar por qué jamás se la consideraría una de las favoritas para alzarse con el triunfo en el Mundial de Corea-Japón. Pero a los rusos esto les va muy bien, ya que la combinación de estrellas de gran experiencia que militan en el extranjero con el talento en bruto de los que se quedan en casa hace de este equipo del este un rival formidable; siempre que decida demostrar que lo es, claro está. A pesar de todo, parece que, en esta ocasión, los rusos están preparados para el envite ya que, tras su ausencia de Francia 98, Victor Onopko y sus compañeros han pasado página.

El equipo de Oleg Romantsev, tocado por el fracaso adicional de no haber logrado clasificarse para la Eurocopa 2000, cada día está más curtido. Lo más impresionante es que este entrenador ha logrado crear una inteligente fusión de jugadores experimentados y jóvenes cachorros. Aunque la columna vertebral del equipo esté formada por Onopko, Yuri Nikiforov, Valeri Karpin y Alexandr Mostovoi, estos hombres se ven perfectamente complementados por un reparto de secundarios que incluye a Alexei Smertin, Vladimir Beshastnykh y al guardameta Ruslan Nigmatullin.

De hecho, el juego de los rusos de nuevo busca mantener su reconocido carácter; con sus cambios de ritmo constantes, una velocidad endiablada en ataque, agresividad en el medio campo y un buen sentido posicional en la retaguardia, son capaces de hacerle daño a cualquier equipo si tienen un buen día. El único problema real reside en la labor de los tres hombres más adelantados, ya que Beshastnykh tiende a estar más aislado de lo que cabría esperar. Sin embargo, la manifiesta destreza goleadora de mediocampistas como Igor Titov, Mostovoi y Karpin compensa con creces la escasez de rematadores consumados.