
Pocos delanteros, y menos aún centrocampistas, tienen un registro goleador tan alto en el ámbito internacional como el belga Marc Wilmots. El jugador, de 33 años, que anota casi un tanto cada tres partidos, no sólo garantiza un flujo ofensivo constante desde su posición en el medio campo, sino que, además, posee el don de marcar en los momentos más decisivos.
A lo largo de toda su carrera, este belga ha sido el hombre encargado de motivar a su equipo cuando la moral se encontraba baja. Pero la dependencia que Bélgica tiene de Wilmots desde hace mucho tiempo se acabará dentro de poco, ya que el propio jugador ha anunciado su retirada del fútbol internacional después del torneo. La Copa Mundial de Corea-Japón 2002, la cuarta edición a la que acude, será la última ocasión en la que lidere a los "Diablos Rojos".
Con muchos de sus jugadores clave lesionados, Bélgica confía más que nunca en su estandarte para la cita asiática. Puede que su fútbol no sea el más vistoso, pero Wilmots, al que llaman "el jabalí luchador", predica con el ejemplo, y su tenacidad y capacidad son fundamentales para las opciones de su equipo.
En su primera temporada, contribuyó al triunfo del Schalke en la Copa de la UEFA. Como de costumbre, Wilmots dio la cara a la hora de la verdad, contra el Inter de Milán italiano en la final. Marcó tanto en el partido de ida como en el de vuelta, y transformó el lanzamiento de la victoria en los penaltis. En 2000, cuando fichó por el Burdeos francés, Wilmots había sido elegido por la afición quinto mejor jugador de la historia del Schalke. Su experiencia en el Burdeos no fue exitosa, ya que las lesiones se cebaron en él y tuvo problemas con el club. En verano de 2001 regresó al Schalke y alcanzó la final de la Copa alemana.